miércoles, 19 de septiembre de 2012

¿POR QUÉ ECOALDEAS?


¿por qué ecoaldeas?

por Robert Gilman

Después de trabajar como astrofísico para la NASA hace 25 años, Robert Gilman decidió que "las estrellas podían esperar, pero el planeta no". Desde entonces se ha dedicado al estudio de la sostenibilidad global, a la investigación de visiones futuras y a las estrategias de cambio social positivo.

Junto a Diane Gilman, es fundador del "Context Institute" y de la revista In Context. Rodert y Diane Gilman. Context Institute,
P.O. Box 10396. Bainbridge Is/and, Washington 98110 EE.UU.
rgilman@context.org o dgilman@context.org
Context Institute y In Context: http://www.context.org

Antes de entrar en "¿Por qué ecoaldeas?" quisiera empezar por la cuestión de "¿en qué momentos de la historia nos encontramos?" Veamos dónde nos encontramos físicamente.

El cuadro adjunto abarca del 1900 al 2100. Nos encontramos donde las Iíneas se quiebran. Hasta ese momento, habían crecido exponencialmente y lo seguirán haciendo hasta un punto que los teóricos de sistemas y ecologistas llaman "saturación y colapso".

DOS FUTUROS POSIBLES

Desarrollo sostenibles versus negocios convencionales
Política y cambios de actitud que podrían, a partir de 1995, conducirnos a un futuro sostenible

Tecnología
• Confianza decreciente en los recursos no-renovables por unidad de producción industrial (reducida ésta a la mitad en 20 años, al aumentar la eficiencia y el uso de renovables)
• Tecnologías agrícolas mejoradas y conservación del suelo
• Inversión decreciente en control de la contaminación (tasa de contaminación reducida a la mitad en 20 años)
Consumo
• Producción industrial per capita limitada a los niveles aproximados de 1995.
El nivel de vida sube con productos de más larga vida.

Población
• Acceso total a los métodos de control de natalidad
• Cifra media de hijos por familia: 2
• Aumento de la inversión en servicios de tipo humano (50%)
Cuando alguna parte de un sistema crece tanto que destruye y mina los recursos de los cuales depende, pierde su capacidad de autosostenimiento y se colapsa. Este es un fenómeno muy familiar para los biólogos. No hay indicio alguno de que los humanos como especie nos libremos de este fenómeno. Esto está representado por la línea de puntos. Lo positivo para mí está representado por la línea continua, los cambios que podríamos hacer los humanos en el terreno físico. Puede que no sean cambios fáciles en el plano social pero sí en el físico. Son cambios en la tecnología, el consumo y la población. Me imagino estos tres campos representados por un taburete de tres patas.
Cuando me hablan de la necesidad de incidir sobre el consumo, la población o la tecnología suelo responder: ¿qué pata del taburete lo mantiene en pie? Propongo esta metáfora para que la estudiemos.

¿Y por qué son importantes las comunidades, dados los cambios que debemos hacer en el plano físico?
No hay manera de que lleguemos a una sociedad sostenible si no abordamos e diseño de nuestras comunidades.
Es decisivo corregir los niveles de consumo de recursos de nuestras comunidades. Es bueno saber que aquí hay personas que están reduciendo el consumo de energía en sus comunidades, y no sólo de energía. Sabemos cómo hacerlo técnicamente pero no lo estamos haciendo.
Para saber en qué momento de la historia estamos es también importante abordar el lado social y humano. Revisando la cultura de la sostenibilidad, he descubierto tres períodos épicos y dos transiciones intermedias. El primer periodo, el Tribal, ha sido el más largo. Le siguió la transición a la agricultura y las ciudades, y después vino el Imperio. Creo que ahora nos encontramos en otra transición, tan profunda como la primera.
Si nuestras vidas son a veces un poco esquizofrénicas es porque nos hallamos e medio de dos etapas. Muchas de las características de nuestras vidas hoy son las de la era en la que entramos, la Planetaria Sin embargo las actuales instituciones tienen su origen en los pasados 5.000 años de era Imperial. Cuando digo instituciones me refiero no sólo a los gobiernos sino también a la mitología que utilizamos y de Ia que estamos empapados.El crecimiento de la población y la tecnología lo que han hecho es acortar lo ciclos. El karma nos vuelve con mayor rapidez. Muchos grupos de diferente índole están dándose cuenta de que no hay beneficio personal si no es a la vez beneficio para la comunidad y el medio ambiente. Es como si nos viéramos empujados a lo que antes era más bien una cuestión moral.

¿Y qué tiene esto que ver con las comunidades y las ecoaldeas?

Creo que las ecoaldeas, las comunidades sostenibles y los barrios con elevada conciencia ecológica son los asentamientos ideales para impulsar la nueva cultura. Y ésta no existe si no se comparte con otros. Si intentamos trabajar a gran escala, la cosa se diluye en abstracciones. Sólo a escala humana podemos descubrir a los demás y a nosotros mismos.

Cuando redactamos el informe sobre ecoaldeas para Gaia Trust, tuvimos que definir la ecoaldea y parece que la definición ha prendido: "una ecoaldea es la escala humana", o sea, un lugar donde conoces a los demás, un "asentamiento integral", no sólo una estructura de viviendas, agrícola o empresarial sino todo ello a la vez, un asentamiento donde las actividades humanas están integradas en el medio natural de manera inocua.

Tan importante como la relación con el medio natural es que el asentamiento sea soporte de un desarrollo humano sano, y que haya un sentido de celebración en él, como aquí en Findhorn.
Finalmente, la sostenibilidad. Es clave que "la vida de la comunidad pueda continuar indefinidamente en el futuro", de lo contrario, estaríamos hipotecando ese futuro Si traducimos esto al nivel práctico vemos que las ecoaldeas tienen hoy los siguientes retos:

Imaginémoslos como pisos de un edificio. El primer piso es el estrato físico, o sea, los sistemas biológicos: tratamiento de aguas residuales, producción de alimentos animales, etc. Luego está el entorno construido: edificios, carreteras, etc. Estos dos pisos son partes decisivas de una ecoaldea y, a veces, son las más sencillas, al menos a juzgar por la experiencia de quienes los han levantado.

Debajo de todo está la parte humana: el sistema económico y el gobierno. Si éstos no están bien fusionados, los niveles superiores tampoco podrán estarlo.

Sin embargo, para hacer funcionar la economía, hace falta algún tipo de hilo conductor en la comunidad, un espíritu, unos sentimientos y una cultura comunes que mantenga unidos a sus miembros cuando se aborden los temas difíciles. Y las dificultades muchas veces vienen del hecho de tener que dar respuesta simultánea a muchas cuestiones; las relaciones se resienten mientras las necesidades de nuestros hijos son también diversas. El desafío del sistema en conjunto es lo que muchas veces colapsa a los miembros de la comunidad o los unilateraliza.
Por tanto hay que descubrir cómo conservar el equilibrio. Las ideas que en un tiempo pensamos podrían resolver los problemas del mundo resultan hoy insuficientes. Debemos encontrar el equilibrio entre lo comunitario y lo privado, entre el presente y el futuro, entre las estructuras tangibles (los edificios) y las intangibles (el corazón, la mente y la voluntad). A propósito de esto, una de las trampas en la que creo que caen las comunidades es el desequilibrio de estas tres partes. Para mi, se trata, de nuevo de un taburete de tres patas.

¿Por qué ecoaldeas?

Sencillamente porque creo que es el lugar que mejor nos permite entender la esencia de nuestro tiempo, que no es ni más ni menos que ser parteros de la cultura emergente. Y esto no podemos hacerlo individualmente sino con los demás y a una escala comprensible para nosotros.

Y vamos con el tercer taburete de tres patas: nuestra relación con el medio natural, con los demás respecto a los temas políticos y sociales y la relación con nosotros mismos en términos de salud, crecimiento personal y espiritualidad. Todo ello forma parte de nuestro propio yo.
Los sociólogos han trazado una curva en forma de "s" y le han dado el nombre de "Difusión de Innovaciones". Según ésta, ¿qué estrategias necesitamos si queremos ser agentes del cambio, parteros de las innovaciones?

Las mejores estrategias son las que van cambiando a medida que avanzamos en la curva. Ocurre a menudo que se tiene una magnifica estrategia en el momento equivocado.

¿Dónde están, pues, las ecoaldeas?

Creo que hasta ahora hemos estado en el terreno de la "Experimentación" y de los "Proyectos Piloto" . Por experimentación entiendo lo que los apasionados e irascibles excéntricos se atreven a hacer. De esta etapa hemos aprendido mucho, pero aún queda mucho por hacer.
Por otra parte, y aunque los Proyectos Piloto deben continuar, vamos entrando en la etapa de "Construcción de la Infraestructura y de los Sistemas de Apoyo". Y no me estoy refiriendo a la carreteras y las líneas eléctricas, sino a la infraestructura social y de comunicación, a la Red Global de Ecoaldeas y a esta Conferencia misma. Me dirijo a toda la gente que ha estado trabajando en ecoaldeas de una manera aislada. Si nos mantenemos en contacto podremos aprender unos de otros y entrar en la fase de "Popularización".

Los sociólogos han descubierto que la mejor manera de divulgar una idea es contactar con la gente que está interesada y motivada, y ayudarles a desarrollarla, ignorando a los detractores. Si lo que queremos es boicotear las innovaciones, lo mejor es reunirles a todos ellos y enzarzarles en una discusión. Un espejismo que nos ha hecho creer la democracia es que nada cambia si primero no hay una discusión pública del tema y luego una acción gubernamental.
Bueno, pues esta no es la manera como están cambiando las culturas. Los empresarios y comerciantes lo saben muy bien: primero introducen un producto en un mercado reducido, luego consolidan su consumo y de ahí pasan a extenderlo a otros mercados hasta que logran tener una gran influencia sobre el cambio social.

Una de las razones por las que las "Políticas Electorales " van un poco retrasadas en la curva es que el momento de meterse en esas políticas es cuando pueden ganar votos. No quiero decir con esto que no haya leyes que cambiar ni algunos espacios políticos en los que meterse, sino que creo más necesario dedicarse a los "Proyectos Piloto", construir la infraestructura, contactar con los que realmente están interesados en lo que estamos haciendo y esperar el momento oportuno.

Esta conferencia llega en un momento interesante. Creo que dentro de 5 años podremos decir que "en esta conferencia se hicieron muchos contactos, se crearon muchas redes, se profundizó en la comprensión y surgieron una gran variedad de eventos.
Aprendimos a tener un brillo especial en los ojos y al volver a ver a miembros estresados de nuestras comunidades pudimos contestarles así: "Entiendo lo que te pasa y, sin embargo, siento una gran alegría interior; descubramos juntos la manera de arreglar el asunto" o lo que sea.

Sabemos cultivar alimentos que no nos envenenan; sabemos construir espacios para los peatones y reducir drásticamente las necesidades de transporte, incluso sabemos bailar juntos y sabemos escucharnos. Si somos capaces de transmitir esta energía al mundo es que esta conferencia ha sido el germen de algo excelente.

Las identidades colectivas y la espiritualidad inmanente

Para que una comunidad sea sostenible, es decir para que pueda perdurar en el tiempo conservando e incluso mejorando el espacio que la contiene, no basta con implantar una serie de tecnologías "eco" ni con crear estructuras políticas y sociales realmente democráticas e innovadoras. Se necesita algo más. Se necesita crear una identidad, posiblemente variable, pero capaz de estimular el deseo de pertenencia, liberando fuerzas integradoras basadas en el respeto, la tolerancia y el apoyo mutuo, conformando ritos, celebraciones y actos festivos que contribuyan a reafirmar esa identidad colectiva. Todos somos conscientes del peligro de las identidades colectivas que funcionan por exclusión (nacionalismos y fundamentalismos varios), pero no todas las identidades colectivas comportan algo negativo, y sin duda son necesarias.
La sociedad capitalista occidental está generando poderosas fuerzas desintegradoras, que están acabando con los pocos núcleos de autoapoyo y seguridad existentes –la gran familia, el barrio, la aldea, etc.–, cuyas consecuencias son un recrudecimiento de las opciones individualistas y una reafirmación colectiva aunque impersonal a través del consumo –las únicas posibilidades de identificación actuales se realizan a través del gusto, indefectiblemente ligado a un consumo–.

En el otro extremo se hallan todos los inadaptados del sistema, aquellas personas que, despojadas de los atávicos lazos que antaño conformaban las identidades grupales, no han sabido amoldarse al cariz de los nuevos tiempos y se dedican a vagar por el espacio urbano dejando una amplia huella de su insatisfacción, con marcadas frustraciones personales y, en determinados casos, con fuertes desestructuraciones psíquicas. No nos engañemos, no somos tan fuertes como para vencer en solitario los golpes que nos da la vida, ni las magras recompensas de la tan aplaudida ambición personal (en la línea de la ética utilitarista que subyace al capitalismo) nos han de salvar de un naufragio cantado. Necesitamos de los demás, y necesitamos identificarnos con ellos, reconocer sus carencias y sus afectos y sentirnos reconocidos en las suyas.

Una comunidad sólo puede perdurar si es capaz de poner los medios para que el aglutinante o la llama que la sostiene no se extinga, si es capaz de reinventarse continuamente a sí misma como comunidad, teniendo cuidado de no caer en la apatía y el desinterés general. Y para esto son importantes los ritos, las celebraciones y las fiestas.

La antropología nos ha mostrado claramente el sentido de los ritos en las comunidades primitivas. Los tiempos han cambiado, los ritos también. Pero eso no quiere decir que hayan desaparecido. Cada colectivo tiene sus propios ritos, en algunos casos no son más que adaptaciones de ritos antiguos que se asumen como propios, en otros se trata de ritos nuevos, tal vez más acordes con el origen social de quienes participan en ellos.

Gracias a todas estas manifestaciones externas se reactualiza el deseo de pertenencia a un grupo, al hacernos sentir más cerca de los demás, más fuertes en nuestra confirmada unidad, más seguros con nosotros mismos.

Independientemente de los motivos por los que se decide vivir en comunidad (ecológicos, políticos o espirituales, o por una mezcla de todos ellos), más allá del acercamiento intelectual que permite el acuerdo o el sereno debate sobre contenidos teóricos, se necesitan otros instrumentos para dar forma a la corriente de flujos afectivos que recorre toda comunidad, algo que permita hablar a los cuerpos en su propia búsqueda de sintonía más allá de la palabra. Esto es el rito, la fiesta, la cálida corriente energética que se eleva por encima de cada yo particular para conformar, aunque sólo sea por unos instantes, un ser más fuerte del que todos nos sentimos partícipes.

Y esto es también la espiritualidad, tal y como yo la interpreto. Nada de dioses transcendentes, por muy antropomorfizados que estén. Nada de sacerdotes ni de gurús ni de líderes espirituales, por muy cercanos que se nos quieran presentar. Nada de palabras sagradas, ni de rituales que nos comprometen con un "Más Allá". Pura corriente inmanente, que cristaliza en determinados actos de sentido compartido. Creo que hasta aquí la espiritualidad es algo que todas las personas podemos compartir, al menos todas que no han hecho de la razón su propio dios.

Y creo también que en este sentido es una componente importante en toda comunidad sostenible, y que desde luego no falta en ninguna ecoaldea. Si en ocasiones se halla ausente de ciertas comunidades radicales, probablemente se deba a una falta de comprensión sobre los supuestos de la espiritualidad inmanente. Otra cosa distinta es la creencia o la fe en un conjunto de ideas externas a nosotros (que se nos presentan por tanto como un dogma), inventadas por personajes históricos o actuales y que suelen ir acompañadas de ciertos ritos de comunión.

No es necesario que tales ideas contengan la noción de un Dios, más o menos antropomórfico, entre sus premisas: conceptos como Espíritu, Energía o Unidad puede jugar dicho papel. Lo que caracteriza a la religión (que es de lo que estamos hablando) es la sustitución o complementación de un discurso racional (asumible por todos los seres humanos) por otro discurso que sólo es asumible por los creyentes, pues ninguna evidencia racional o sensible lo confirma, salvo la de la propia predisposición a creerlo (lo que sin duda puede alterar en el creyente la sensibilidad receptiva y las formas de representación). Muchas comunidades espirituales son, según la explicación anterior, comunidades religiosas, con sus gurús y sus textos sagrados.

En la medida que tales comunidades se construyen sobre creencias que implican una subordinación o sumisión de unas personas a otras, llegando a crearse estructuras jerárquicas inmóviles, no pueden considerarse como ecoaldeas, pues tales posiciones entran en abierto conflicto con lo que hemos dicho en apartados anteriores. No estoy diciendo con ello que en una ecoaldea no quepan actitudes religiosas –todavía mucha gente necesita de la religión, incapaces de afrontar desde adentro las grandes preguntas de la vida, consolándose con respuestas que les vienen de afuera–, simplemente mantengo que tales actitudes se han de tratar como opciones individuales, que no tienen por qué afectar a la comunidad en su conjunto. La aconfensionalidad es un ingrediente necesario de toda ecoaldea, como lo es también el respeto por toda opción religiosa individual.

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